Aún me queda tanto por andar...
caminos por descubrir,
caminos por transitar,
parajes en los que verse reflejado
en la orilla de un río, de un río seco,
en el agua de la vida, evaporada por el tiempo
que vuelve a nacer cada otoño,
cuando la lluvia se vuelve a presentar.
Todo vuelve a su ser con las primeras lluvias del año.
Esa lluvia que limpia los cristales embarrados y les vuelve
a regalar su mayor virtud, la transparencia.
Las cuencas secas de suelo estriado, volverán a renacer,
se borrarán los signos de esa amarga pero necesaria sequía,
sequía temporal, que curioso.
Las rachas nadie las entiende, sólo la naturaleza que las ve nacer...
La suerte pocos la tienen, sólo aquellos que la creen poseer...
El amor pocos lo sienten, sólo aquellos que aprender a ver...
La calma pocos la disfrutan, sólo aquellos que saben escuchar...
Porque en la vida, hay que aprender
lo que creímos que ya sabíamos
para poder entender aquello que no conocemos...
Adrián Ruiz
Directo a mi interior
Relatos, historias, textos, novedades literarias... El rincón del lector, mi biblioteca personal, mis páginas más personales.
martes, 10 de septiembre de 2013
miércoles, 3 de julio de 2013
Juego de niños (Capitulo 2)
Pablo
despertó de su letargo mental al oír que su compañero de la mesa de atrás
empezó a recoger, síntoma de que la hora del recreo estaba próxima.
Se
vivía un aroma distinto en el instituto los minutos previos a la hora del
recreo, se escuchaban ruidos compenetrados en todas las clases de su instituto.
Sillas y mesas arrastrándose, voces cada vez más altas y de pronto, el sonido
de la libertad, el timbre. Una estampida de niños salía de las clases y bajaban
las escaleras como agua que se desborda del rio y busca un nuevo cauce. Todos
corriendo escaleras abajo. Cualquier día morirían algunos niños pisados por el
bullicio que se formaba siempre.
Pablo
prefería esperar a que las escaleras estuvieran más despejadas. Si alguien
debía de morir algún día, prefería no ser él.
Ya
en el recreo, sus amigos y él quitaban el papel de plata a los bocadillos con
unas ansías increíbles. Parecía que llevaran días hambrientos.
Pablo
seguía de mal humor y les contó la “hazaña” de su madre esa mañana a sus
compañeros. Sus amigos se reían a carcajadas. Cada carcajada de sus amigos
aumentaba un poco su enfado. Antes de que el timbre acabara con su tiempo
libre, fue al baño a orinar. Sus profesores en escasas ocasiones permitían a
los alumnos salir de clase para ir al baño. Esto era otra tortura de aquel
infierno.
Sonó
el timbre. Cabría esperar la misma reacción de la gente en el sentido
contrario. Carreras hacia las escaleras y empujones varios. Para nada, los
mismos que pegaban empujones por llegar al patio los primeros eran los mismos
que llegaban a clase cuando el profesor estaba ya dentro.
De
vuelta en su pupitre, miró por la ventana y se fijó en un pajarillo que había
posado en una rama del árbol del parque que había frente al instituto. No
dejaba de pegar graciosos saltitos a lo largo de la rama, algo que le provocó
una risa tonta de esas que salen por las cosas más absurdas, cotidianas que
podamos imaginar.
El
profesor lo oyó y lo expulsó de la clase. Ese profesor tenía la mala fama
ganada. Rara era la clase en la que no expulsaba a un par de alumnos. Después
se quejaba de que cuando los niños lo veían por la calle le tiraran naranjas y
le insultaran. Si siembras, recoges. Eso solía decir su abuelo
Pablo
salió de la clase obediente, total, para aguantar a ese palurdo prefería oír el
sermón del director.
Estando
sentado en un banco de madera junto a la sala de profesores, llegó una madre
con una niña.
Algo
tenía esa niña que no podía dejar de mirarla, le parecía tan guapa que sus ojos
eran un imán de los de Pablo. Entraron al despacho de la Directora, pero
dejaron la puerta abierta, por lo que estuvo al tanto de toda la conversación.
Era una chica nueva y se llamaba Elena. Acababa de llegar a la ciudad y…
-Pablo,
¿Qué haces aquí? Dijo una voz amable por detrás. Era Maite.
-Ah,
hola. Estoy aquí porque el profesor de Física me ha expulsado…
Ella
respondió con un simple “ajam” y entró en la sala de profesores.
Algo
le decía que nadie aguantaba al profesor Castellanos, ni tan siquiera sus
compañeros de trabajo.
Entre
unas cosas y otras, sonó el timbre que daba por terminada la jornada de hoy.
Había pasado días mejores en la cárcel, pero siempre que salía por la puerta
pensaba para sí mismo “Ya queda un día menos de condena”.
Se
fue corriendo a casa, tenía un hambre voraz. Al llegar no había nadie.
Dejó
la mochila en su dormitorio y fue hacia la cocina. Un papelito pegado en la nevera llamó su atención: “Tienes
macarrones en el frigorífico, caliéntatelos en el microondas. Un beso, mamá”.
sábado, 15 de junio de 2013
Juego de Niños (Capítulo 1)
Miércoles 02 de Febrero
del año 2000
CAPITULO 1
-
¡Pablo, levántate ya que llegas tarde al
Instituto!
-
5 minutos más…- dijo Pablo de manera
inconsciente. Era un mecanismo de la mente para seguir descansando, pero eso
contra su madre no servía.
-
¡Levántate ahora mismo, que son las 8 y
empiezas a las 8 y cuarto!- expresó la madre con un grito que levantaría de su
eterno descanso hasta a los residentes del cementerio.
Pablo
se levantó como un resorte al percatarse de la hora que era. Se vistió a toda
prisa y bajó las escaleras tan rápido que bajaba los escalones de dos en dos.
Entró a la cocina a tragarse el vaso de leche matutino (tragar, porque no se le puede llamar beber a
zamparse el vaso de leche de un sorbo).
La
madre al ver lo rápido que iba Pedro se empezó a reír. Pablo la miró y se giro
hacia el reloj, ¡Eran las siete y media!
-
No me hace ninguna gracia mamá. No sabía
que la cocina estuviera en otro uso horario al de mi dormitorio… Dijo
sarcásticamente. Esas cosas son las que hacían que Pablo estuviera de mal humor
todo el día. Levantarse a desgana y con prisas a nadie le gusta, y menos si es
para ir a clase.
Cogió
un par de magdalenas que había en un cestito de mimbre sobre el microondas y se
sentó frente a la tele a esperar que fuera la hora de salir dirección a la
cárcel. Así llamaban los amigos de Pablo y él mismo a la escuela. Decían que un
sitio donde te tienen encerrado medio día, con torturas como aguantar a la
profesora de inglés sin parar de hablar durante una hora, y a continuación otro
profesor cualquiera. Todos están cortados por la misma tijera, solía decir.
Todos menos una profesora que le encandilaba, la profesora de Ciencias Sociales
Maite. Era esa clase de personas que te quedas embobado oyéndola hablar. Era
increíble.
A
las ocho menos cinco salió de su casa pegando un portazo, aún malhumorado por
la broma de su madre.
Pablo
era muy fácil de enfadar, y de buena mañana más aún.
Cerró
la vieja cancela de su portal y se dirigió hacia una esquina donde quedaba con
algunos de sus amigos. El trayecto hacia el infierno sabía mejor sin duda
rodeado de buena compañía.
Ya
en clase se sentó en su pupitre. Lo odiaba tanto o más que las bromas sin
gracia de su madre. La mesa estaba coja, lo que la convertía en un verdadero
suplicio a la hora de tener que usar la goma de borrar. Pero tenía su parte
positiva, estaba junto a la ventana, muy cerca de la libertad.
La
ventana era su única posibilidad de evadirse de las pesadas clases de historia.
Miraba hacia fuera dejando caer el peso de su cabeza en su puño, una posición
similar a la del pensador de Rodin.
Era
otro día monótono en su monótona vida de adolescente. Era un chico de cuerpo estándar,
el peso exacto, ni tenía la masa corporal de un mondadientes ni tampoco el de
una mole. Era un chico normal, aunque a veces tenía preocupaciones poco usuales
en chicos de 12 años.
Durante
esas evasivas mentales de sus clases diarias pensaba sobre muchas cosas. ¿Donde
estaría él dentro de unos años? ¿Seguiría teniendo a sus amigos de siempre o
tendría otros amigos nuevos? ¿Se quedaría solo?…
Nueva Sección
Me gustaría estrenar esta nueva sección con uno de mis textos que más han gustado, espero que disfrutéis leyendo un rato en esta nueva sección de este blog, DIRECTO A MI INTERIOR.
Siento tu ausencia, ausencia de mi. El calor de tus manos fundiendose con las mías, tu cálida mirada que me helaba el alma. Hecho de menos tus labios rozando mi cuello. Mis dedos extrañan el aventurarse a descubrir cada lunar de tu piel, cada peca de tu mejilla. Mis labios lloran por no poder sentir el fresco aroma de los tuyos... Es tanta la ausencia que aún te siento aquí, a mi lado, unidos de las manos viendo pasar las horas. Quiero volver a ver mis ojos reflejados en los tuyos, sentir que el viento nos arrastra como hojas secas, como cometas al aire explorando universos desconocidos, nubes escondidas. Pero siento que esas cometas, son cometas en llamas...
Siento tu ausencia, ausencia de mi. El calor de tus manos fundiendose con las mías, tu cálida mirada que me helaba el alma. Hecho de menos tus labios rozando mi cuello. Mis dedos extrañan el aventurarse a descubrir cada lunar de tu piel, cada peca de tu mejilla. Mis labios lloran por no poder sentir el fresco aroma de los tuyos... Es tanta la ausencia que aún te siento aquí, a mi lado, unidos de las manos viendo pasar las horas. Quiero volver a ver mis ojos reflejados en los tuyos, sentir que el viento nos arrastra como hojas secas, como cometas al aire explorando universos desconocidos, nubes escondidas. Pero siento que esas cometas, son cometas en llamas...

Suscribirse a:
Entradas (Atom)